Los contrarios a la legalización y despenalización señalan que es un retroceso permitir el consumo de marihuana, una sustancia tóxica, en circunstancia que se pretende disminuir el consumo del tabaco.
La marihuana polariza a la opinión pública en muchos países. La consulta más reciente tuvo lugar en las urnas de California, en las elecciones legislativas del 2 de noviembre. Allí los electores de dicho estado debieron pronunciarse frente a la “Propuesta 19”, que autorizaba a los mayores de 21 años la posesión de hasta 28,35 gramos de marihuana y tener cultivos hasta de 2,34 metros cuadrados. El veredicto popular fue: 53% en contra y 46% a favor.
Uno de los más destacados abogados de la legalización de la hierba fue el filántropo estadounidense George Soros, que donó un millón de dólares a la campaña por el sí. Soros dijo que las leyes contra la marihuana “hoy hacen más daño que lo que aportan de bueno, ya que no han logrado prevenir que sea la sustancia ilegal más consumida en Estados Unidos y en otros países”. En lo que toca a las cárceles, agregó, a causa del prohibicionismo son detenidas cada año unas 750 mil personas por tener pequeñas cantidades de marihuana.
“Esos arrestos suponen 40% de todos los relacionados con (la persecución del) narcotráfico”, puntualizó Soros, que agregó que “la única forma de reducir el delito, la violencia y la corrupción narco es legalizar la marihuana”. El magnate citó a la Comisión Latinoamericana sobre la Democracia y las Drogas, integrada por los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso, de Brasil; César Gaviria, de Colombia; y Ernesto Zedillo, de México, de incluir la despenalización de la marihuana entre sus recomendaciones de política antidrogas. Por su parte, Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia, declaró: “No podemos seguir poniendo los muertos y los países consumidores llevándose los beneficios de la lucha antidrogas”.
En México el debate es seguido con la mayor atención. El contrabando de marihuana, desde el país a Estados Unidos, les aporta unos 1.500 millones de dólares a los carteles mexicanos. Este monto representa alrededor de 20% de sus ingresos. Los partidarios de la despenalización argumentan que si los ciudadanos pueden tener sus cultivos ya no comprarán la hierba a los narcotraficantes. En teoría debería ser así: allí donde no hay demanda pronto desaparece la oferta. Es lo que sostenía Milton Friedman, el gurú del neoliberalismo que era partidario de legalizar el comercio de ciertas drogas.
El ex Presidente de México Vicente Fox, que gobernó el país entre 2000 y 2006, viene de declarar que permitir la venta de marihuana contribuiría a combatir “la violencia y para el tema de la salud pública en función del consumo de drogas”.
Calderón, pese a oponerse, se ha abierto a un debate nacional sobre el tema. Varios de los probables candidatos para las elecciones presidenciales mexicanas de 2012 han dicho que apoyarán la legalización de la marihuana si California llegase a votar por ella.
El país más liberal en materia de drogas es Holanda. Allí, sin embargo, unos 30 mil hogares en La Haya y Rotterdam recibieron tarjetas que se raspan y emiten el olor del cannabis. El propósito es que la gente identifique las plantas y denuncie plantaciones ilegales.
Desde 1976 está despenalizada la tenencia de cinco gramos de cannabis para uso personal o disponer de cinco plantas de hierba. Pero los encargados de la política de drogas estiman que en el país hay unas 40 mil plantaciones ilegales de cannabis escondidas en casas, bodegas y galpones. Cada año en Rotterdam son detectadas más de 200 plantaciones ilícitas.
Los contrarios a la legalización y despenalización señalan que es un retroceso permitir el consumo de marihuana, una sustancia tóxica, en circunstancia que se pretende disminuir el consumo del tabaco. La marihuana tiene, además, el agravante de alterar la conciencia y es causa de numerosos accidentes laborales y de tráfico, amén de ser adictiva y provocar en ciertos casos problemas sicológicos.
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