martes, 18 de diciembre de 2012

Piñera nombra a Patricia Pérez como titular de Justicia y defiende el honor de Ribera



Piñera nombra a Patricia Pérez como titular de Justicia y defiende el honor de Ribera


"Es, ha sido y va a seguir siendo un hombre honorable y un hombre honesto", dijo el mandatario sobre el renunciado titular de Justicia.


El presidente Sebastián Piñera optó finalmente por la subsecretaria de Justicia, Patricia Pérez, para ocupar la cartera que dejó esta mañana Teodoro Ribera. 
El anunció se realizó en una ceremonia en el palacio de La Moneda, oportunidad en la que el mandatario defendió la honorabilidad del renunciado secretario de Estado, a quien conoce hace 25 años.
Patricia Pérez se desempeñaba como subsecretaria del Ministerio de Justicia hasta la renuncia de Teodoro Ribera, el titular de la cartera. Pérez es casada, sin hijos. Titulada de abogada de la Universidad de Valparaíso (1999) y también posee un Magíster de Derecho Penal y Ciencias Penales en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Es cercana a Renovación Nacional. Foto: Agencia Uno
"Sé y conozco de su vocación de servicio público, de sus cualidades humanas de su sólida formación profesional, de su sentiudo de la responsabilidad y por eso fue un gran ministro de Justicia. Y tal vez más importante que eso: es, ha sido y va a seguir siendo un hombre honorable y un hombre honesto", dijo el mandatario.

Luego de ello, apuntó a su sucesora y le dijo que la justicia debe ser "imparcial, oportuna, transparente y eficaz".
"Esa es la labor que esperamos del Ministerio de Justicia, que tiene la responsabilidad, dentro de nuestro orden constitucional, precisamente de velar porque nuestro país exista una justicia con esas cuatro características", dijo el mandatario.
A continuación, Piñera dijo que no la quería asustar pero le enumeró las tareas que deberá sacar adelante en lo que queda de gobierno al mando de la cartera de justicia. 
"Por de pronto, sacar adelante la reforma a la reforma procesal penal para perfeccionar nuestro sistema de persecusión penal y en consecuencia, darle más seguridad y más tranquilidad a nuestros conciudadanos; avanzar y ojalá darle a Chile un nuevo código procesal civil (...) y no responde a las necesidades y a los desafíos de la sociedad moderna; también nos hemos propuesto preparar un proyecto de ley de un nuevo código penal que también tiene ya demasiados años y sabemos que requiere una profunda modernización", dijo Piñera. 
Piñera nombra a Patricia Pérez como titular de Justicia y defiende el honor de Ribera
Pero no sólo eso porque además le pidió a la nueva ministra "sacar adelante" la nueva subsecretaría de DDHH "que va a ser parte del nuevo Ministerio de Justicia y DDHH". Además, le encomendó fortalecer el Ministerio Público y concluir el plan de cárceles. 

Pérez es magíster de Derecho Penal y Ciencias Penales en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; ha ejercido docencia de pregrado en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y en la Universidad Adolfo Ibáñez. Ha desarrollado docencia de posgrado en la Universidad de Chile y en la Universidad de Valparaíso.
Dentro de la trayectoria de Pérez destaca su participación en el Primer diplomado sobre la Reforma Procesal Penal organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile (2001). Además de esto realizó un postítulo sobre Aspectos Fundamentales y Tendencias Actuales del Derecho Penal en la Universidad Católica del Norte (2002). En 2005 se graduó, con distinción máxima del diplomado de Derechos Humanos y Procesos de Democratización, impartido por el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Chile.
Patricia Pérez GoldbergEs graduada del diploma de Postítulo en Fortalecimiento del Estado de Derecho a través de la Capacitación en Derechos Humanos de Operadores de la Justicia, Universidad de Chile (2007) y del Diplomado en Gerencia Pública con Enfoque de Género, Flacso- Chile (2007).
Se ha desempeñado como Abogada Jefe de la Corporación de Asistencia Judicial de la V Región (2000-2001) y en 2004 se integró a la Unidad de Estudios de la Defensoría Penal Pública de Valparaíso.
Cabe recordar que esta mañana el ex ministro de Justicia, Teodoro Ribera, oficializó su renuncia "voluntaria e indeclinable" a la cartera que ocupó desde julio de 2011.
La renuncia de Ribera respondía así a una serie de acusaciones por su relación con implicados en el caso de acreditaciones fraudulentas de universidades privadas. Ante esta situación, el ex titular de Justicia señaló que estas imputaciones son "tendenciosas, basadas en hechos inconexos, sin fundamentos o sencillamente falsas".

La socialité concertacionista


La socialité concertacionista

Podríamos decir que la historia reciente de Chile ha conocido tres “Concertaciones” distintas.
A la primera Concertación la llamaremos ‘la pura’, la que originalmente fraguó la derrota de Pinochet y la conquista de la democracia, la que se articuló como una épica ejemplar para América Latina y como un gigante moral al interior de nuestro país, esa que fue capaz de vencer los particularismos partidistas por el poder en pos de una gesta que marcó el fin de los 80 y los primeros años de los 90.
Michelle Bachelet
A la segunda Concertación, la que conocimos como gobierno desde el periodo aylwinista hasta el fin del bacheletismo, la que se encargó de modernizar el país, más con los instrumentos del libre mercado que con los de la regulación y gestión estatal, más con los instrumentos de la privatización que con los de esa cultura pública tradicional chilena, más con el coqueteo a los banqueros y empresarios que con el deseo y la esperanza de un Chile más justo y solidario de las mayorías, a esta segunda Concertación llamémosla ‘la pragmática’ (Moulián la llamó ‘la transformista’, para no usar el mote ‘travesti’, por respeto al travestismo, por cierto). Es la Concertación que se obnubiló con el poder, el dinero y la gloria, la que se hizo de un extraordinario ropaje tecnócrata. Es la del MOP-Gate, la del CAE, la del Transantiago, la de los tigres, la de la justicia-en-la-medida-de-lo-posible, la que se-la-jugó-por-Pinochet, la que desmovilizó la sociedad chilena y creó la farándula cultural que tontifica patológicamente.
Es también la que creó un sinnúmero de personajes de salón —la ‘socialité concertacionista’— altamente reconocidos por su discursividad republicanoide y su locuacidad intelectualoide, que se hizo de un espacio en los medios de comunicación y que representa intereses de partido, células de partido o lisa y llanamente redes de influencia, lobby y poder líquido. Están en la radio, la televisión y la prensa escrita. Es una socialité que paga favores (o se paga de favores) mediante empleos públicos o privados, mediante granjerías en fundaciones o simplemente se consuela mediante paletadas, hasta guiños, de uno con poder de verdad: Lagos, Escalona, Bachelet, Gutenberg, Girardi, etc. Es la socialité que está siempre del lado de la razón y la mayoría: la razón de Estado, republicana, con sentido de futuro, de gobernabilidad, de realismo, la que está del lado de la historia de la gran política. La que da cuenta de sí misma con una pose de ‘star’: cigarrillo en boca, tono gutural, fraseología yanqui o francesa según sea PhD, bolso de cuero posmoderno, lino, cachemira… dignos de una de esas crónicas asertivas y profundas de la siutiquería nacional de Oscar Contardo, la que ‘rasquea’ y ‘gordea’ a todo el mundo.
Todos sabemos que, en verdad, por debajo de esa estrategia comunicacional de las primarias propia del mundillo de los socialité concertacionista, se está fraguando un programa redentor que volverá a dejar contentos a los banqueros y empresarios de siempre, a los dueños de todos los retail chileno (desde el supermercadista al universitario) y a los que siempre ganan cualquiera sea el gobierno de turno.
Finalmente, estos últimos meses estamos asistiendo a una tercera Concertación, la que llamaremos ‘la programática’, que desde un comienzo no sabía si plantearse comunicacionalmente más a la izquierda o no (pues eso era: nadie podría creer que en serio podrían ser alguna vez de izquierda) y que hoy por hoy posa de abierta, participativa y democrática por el solo hecho de convocar a unas primarias entre cómicas y patéticas. Pues bien, en ese mundillo comunicacional, la socialité concertacionista emite mensajes, elabora juicios de valor, crea relatos, ensaya frases, y busca minar —es claro— todas las opciones que no tengan ese ‘olorcillo a pucho de izquierda’ que la alegría de Bachelet trae.
Almeyda
Todos sabemos que, en verdad, por debajo de esa estrategia comunicacional de las primarias propia del mundillo de los socialitéconcertacionista, se está fraguando un programa redentor que volverá a dejar contentos a los banqueros y empresarios de siempre, a los dueños de todos los retail chileno (desde el supermercadista al universitario) y a los que siempre ganan cualquiera sea el gobierno de turno.
Todos lo sabemos: los políticos de verdad siguen haciendo su trabajo como siempre lo han hecho (encerraditos… a oscuras) y serán las primarias el momento en el cual —ya con el programa de Bachelet en mano— validarán por ‘sus’ mayorías las ideas republicanas que Chile necesita y que vienen desde el norte. El resto es humo.
Andrade
En ese acto electoral de primarias la socialité concertacionista (de comentarista) y los políticos de la Concertación programática (de protagonista) se reunirán para hacernos creer que han cambiado sus métodos y que —ahora sí— han escuchado la voz del pueblo, de los jóvenes, de los ciudadanos de Freirina a Punta Arenas, de Huasco a Santiago, de Chile… porque hoy estamos ante un nuevo Chile que necesita una nueva estrategia de desarrollo, crecimiento y democracia… Prepárense o vayan escuchando a la socialité atentamente.
Pero la pregunta es evidente, para la socialité y para los políticos de la Concertación que viene ¿cuánto de ese programa acogerá las demandas que la movilización social ha levantado en estos últimos años?; ¿está la Concertación programática dispuesta a morder la mano del empresariado que le dio de comer cuando eran pragmáticos?
En lo que respecta al retail universitario, todas las señales dicen que no se avanzará sino que por las actuales líneas propuestas por el gobierno de Piñera, que dicho sea de paso, venían ya históricamente desde la Concertación pragmática: la creación de instituciones públicas que regulen el mercado del retail universitario, ahora con ‘mano dura’, será la apuesta (hasta la derecha apoyará ciegamente… les conviene esta vez) para frenar el malestar estudiantil. Ya Ricardo Lagos está cuadrando a la socialité y a su discurso. Es claro. Respecto a las otras problemáticas universitarias, la respuesta será también negativa.
Sólo hace un par de semanas hice una reflexión en torno a uno de los temas tradicionales de los movimientos estudiantiles universitarios, como lo es la democracia universitaria. Bastó simplemente la reflexión, para que un socialité concertacionista, el Profesor Titular de la Universidad Diego Portales Alfredo Joignant, enjuiciara negativamente desde sus salones de honor una humilde verdad: desde la vuelta a la democracia, la Concertación no hizo nada a favor de modificar los Decretos con Fuerza de Ley que le garantizan, al cuerpo de rectores de las universidades chilenas, una institucionalidad a la medida de un contexto autoritario propio de la dictadura del Capitán General Augusto Pinochet Ugarte, es decir, no hizo nada a favor de la democracia universitaria.

Puse como ejemplo uno paradigmático y paradojal a todas luces, el del Rector Carlos Peña, un rector que jamás se ha sometido a proceso democrático alguno, cuando semana a semana, moraliza con su liberalismo bienpensante los sagrados domingos de reflexión del mundo católico de El Mercurio. Bastó eso para que Joignant saliera en su defensa y espetara como comentario:
“Mala la columna, porque parte del supuesto que los rectores deben ser necesariamente elegidos y que las universidades serían espacios democráticos formales por definición. Nada más discutible que todo aquello. Para no latear y ser franco y directo en el argumento: no soy partidario del principio de la elección de los rectores tanto en universidades públicas como privadas, sino de comités de búsquedas. Razones hay muchas y la que más me preocupa es una que experimenté muchas veces cuando estaba en la U. de Chile: claustros de profesores quebrados pasada la elección, total ausencia de garantías de que el rector electo lo hará bien, y así sucesivamente. Me parece absurdo e inútilmente ofensivas las criticas a Carlos Peña por no disponer de una base de legitimidad de corte electoral, que considero innecesaria, así como muchas universidades públicas y privadas en países como Francia, Estados Unidos o Inglaterra.”
Algunos comentaristas le replicaron y agregó:
“Lo de Peña y el modo de elección de rectores no es un problema político, no tiene que ver con los déficits de la democracia chilena, y tampoco tiene que ver con la Concertación. Es un problema que se plantea en todas las universidades del mundo, y la tendencia es al comité de búsqueda[…]El problema planteado por el autor tiene que ver con los modos de gobierno de las universidades, las que no son espacios democráticos naturales dadas las jerarquías internas involucradas […] Cuando digo que las universidades no son espacios democráticos, no estoy diciendo -por favor- que son dictaduras: precisamente porque son espacios de generación y difusión de conocimiento, es que no son espacios igualitarios…”
Para la historia reciente de las Universidades chilenas son comentarios fuertísimos los del profesor Joignant. Recuerdan lo peor. Sin embargo, no me voy a concentrar en los errores de su comentario (lo que dice de Francia es francamente un error para alguien que estudió en sus Universidades), tampoco en los rectores de la Universidad de Chile que critica por su gestión, tampoco en su estéril esfuerzo comparativista, y menos en su defensa febril al Rector que lo cobija y ampara (eso habla por sí solo y se entiende, es humano) sino simplemente quisiera perfilar sus comentarios contra la democracia universitaria como una invitación a los lectores a profundizar más en lo que estamos hablando, que como dije, recuerdan lo peor.
Recuerdan a la época cuando la eminencia gris de Laurence Golborne, Juan Antonio Guzmán, uno de los más reputados e históricos del retail universitario chileno, era ministro de Educación de Pinochet. Recuerdan cuando en 1987 impuso en una estrategia conjunta con Hacienda y Odeplan, y el mismo Pinochet, a Federici en la rectoría de la Universidad de Chile. Recuerdan todo ese proceso de autoritarismo insoportable y de argumentación retórica de modernidad universitaria. Recuerdan al fin las ideas de democracia universitaria del ministro de Odeplan, Sergio Melnick el 23 de Agosto de 1987 en El Mercurio:
“La democracia es el gobierno del pueblo, de las mayorías. Hay en esa idea un concepto de masa, de cantidad. En ese sentido pocos conceptos son más antagónicos al de universidad que el de democracia. En la universidad las ideas no se cuentan… se pesan. La universidad seria es eminentemente elitista[…] en las mejores universidades del mundo las elecciones de directivos no son lo habitual[…] y esto es válido desde el director de departamento hasta el rector y presidente de la universidad”
Y agregando, igual que Joignant, algo insólito desde el punto de vista comparativista, remata Melnick:
“Hay universidades desde luego, donde las autoridades se generan por elecciones, pero parecen ser las menos, tanto en cantidad como en calidad”.
Del mismo modo, los comentarios de Joignant recuerdan la famosa tesis de Jaime Guzmán de 1970 titulada “Teoría sobre la Universidad” en la que dice en su página 93:
“Pensamos que el sistema democrático no es apto para dirigir la institución universitaria, porque siendo la democracia el gobierno de todos, su aplicación a la Universidad exige la concurrencia de profesores, investigadores y alumnos en el gobierno de ella conformando el sistema de cogobierno universitario, el cual a nuestro modo de ver es inaceptable”.
Se habla en plural, pues la tesis fue escrita en coautoría de Jovino Novoa; ahora bien, en lo que respecta a la elección de rectores y autoridades, Jaime Guzmán y compañía dicen:
“Tendemos a pronunciarnos, en líneas generales, por un mecanismo de democracia restringida […] si no hemos considerado en absoluto la participación de los funcionarios administrativos y demás empleados en la elección de las autoridades universitarias, ello se debe a que por no ser miembros de la comunidad universitaria importa un contrasentido el concederles participación…”
Recuerdan en verdad a muchos próceres más, pero no quiero ser majadero, el sentido se entiende, los nombres expuestos muestran el arco desde el cual se ha rechazado la sola idea siquiera de democracia universitaria: desde la derecha neoliberal (Sergio Melnick) a la derecha política dura schmittiana (Jaime Guzmán).
Logran lucrar y abusar de la forma de los DD.HH. y sólo se ha mostrado una postura de la historia en el extranjero, además un juicio moral y superioridad de las "victimas" que es abusiva. 
Ya desde los 80 sabíamos que intelectuales de la Concertación como J.J. Brunner se oponían a la democracia universitaria, lo que no sabíamos era lo profundo que había descendido a la socialitéconcertacionista. Si es así, tampoco podemos esperar de la Concertación programática de hoy mucho más.
Lamentablemente, hoy la Concertación es más socialité que coalición política y seguramente por ello recuerda mejor las críticas de la Miss Universo Cecilia Bolocco contra el paro universitario del 87, que la lucha de Quintana y Tohá… es más propio de su naturaleza.
¿Donde está la DC? Hay espacio en está coalición de libre mercado.