lunes, 11 de abril de 2011

Humala: entre Lula y Nixon



El polémico candidato presidencial nacionalista peruano Ollanta Humala seguirá en su esfuerzo por reinventarse como un líder moderado, siguiendo el modelo de Lula en Brasil. Pero basta con que Humala se inspire en la forma en que Nixon viajó a China para que ayude a disipar los temores que predominan en Chile después del resultado de la primera vuelta de la elección presidencial en Perú.


Ahora que pasó a la segunda vuelta con la primera mayoría relativa y que el mejor argumento electoral de su rival es el temor que produce Humala en la elite y en una parte de la clase media (aunque en un sector importante su candidatura también representa la esperanza), corresponde analizar la posibilidad de que Humala llegue a la presidencia más desde la racionalidad que desde el recelo y la sospecha. Después de haber sido derrotado en 2006, Humala experimentó una evolución política. El modelo de una economía de mercado ha producido resultados loables.

Aunque a ritmo excesivamente lento, la pobreza también ha disminuido. Los peruanos no quieren cambiar de rumbo, pero sí distribuir mejor los beneficios de la modernidad. Los que acusan a Humala de ser un nuevo Chávez ignoran las particularidades históricas del Perú y su desempeño económico y político reciente. La llegada al poder de Chávez fue más el síntoma de un país en crisis que su causa.



Aunque sea autoritario y haya exhibido un nacionalismo anti-chileno, Humala es también un político hábil. No esperó tanto tiempo para matar ahora la gallina de los
huevos de oro.


De ser presidente, fortalecerá el rol del estado para disminuir la pobreza, especialmente en la zona altiplánica (donde tuvo mayoría absoluta). De aquí que le resulte conveniente acercarse a Lula, un presidente que, cuando llegó al poder, también enfrentó los temores de los que lo veían como amenaza populista que podía desrielar al Brasil del sendero de prosperidad seguido durante el gobierno de Cardoso.


Infundadamente, Humala también ha sido acusado de ser hermano ideológico de Evo Morales. Morales es Aymara, Humala es racialmente mestizo y su familia no es de ni de origen popular ni quechua. Si Morales cree en la utopía de un gobierno popular y participativo, Humala tiene esa militar preferencia por la verticalidad del mando. Aunque frágil, la institucionalidad peruana es más fuerte que la boliviana.

Además, Perú va por un sendero de crecimiento, Evo llegó al poder producto de una crisis social y política. Tanto el triunfo de Alejandro Toledo en 2001 como de Alan García en 2006 supuestamente eran más convenientes para Chile. Ambos terminaron sorprendiéndonos negativamente. Tal como Richard Nixon, que visionariamente entendió que sólo un republicano anticomunista convencido podía construir puentes con la China, Humala verá en su relación con Chile el mejor camino para mostrar sus nuevas convicciones moderadas. A diferencia de su rival, que deberá demostrar un mayor nacionalismo—y por lo tanto criticará a Chile cuando le resulte electoral y políticamente conveniente—Humala ya tiene demostradas credenciales nacionalistas.


Su desafío ahora es crecer hacia el centro y a la moderación. Al votar, el pueblo peruano dejó en claro sus preferencias por la moderación. Para alcanzar la primera magistratura, Humala seguirá moviéndose hacia el centro. Aunque sus rivales lo caricaturicen como una opción extremista (yo o el caos), Humala sabe bien que el camino al éxito pasa por la moderación como candidato y también como presidente.

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