martes, 18 de enero de 2011

2011, elaño de las reformas

En todos los resúmenes de 2010 se ha hecho énfasis en lo duro, difícil y acontecido que fue este año, dominado por la obligación del nuevo Gobierno de enfrentar desde el primer momento situaciones de urgencia que requerían de la total concentración y esfuerzo del Presidente Piñera y su gabinete. Algunos, de corto alcance temporal, como el exitoso el rescate de los mineros, y otros, como la reconstrucción, que lo acompañarán los 4 años de su mandato.












Al finalizar 2010, podemos reconocer que el Presidente Piñera ha logrado que la primera administración de centroderecha en llegar al Gobierno en décadas, construyendo una nueva mayoría política, está logrando gobernar sin mayores enfrentamientos y cumpliendo exitosamente en materia de crecimiento —recuperando el ritmo del 6%— y empleo, creando más de 300 mil el presente año.

En base a esto, resulta notable que el propio Presidente haya definido el próximo año, 2011, como el de las reformas, explicando lo que aparece como una carta de navegación de lo que espera termine constituyendo el sello de su gobierno: cambios profundos que provoquen una mejoría sustancial en la calidad de vida de las personas.

El inicio aparece asociado a la reforma educacional, impulsada con fuerza por el ministro Lavín, quien ha demostrado que es posible sacar adelante cambios importantes, aun con la oposición de grupos de interés como el Colegio de Profesores, y que incluso esto es posible con acuerdos que garanticen un apoyo transversal a las medidas.

El Presidente nos anticipa que esta reforma educacional es la primera de las reformas estructurales que pretende sacar adelante en materias tan importantes como salud, seguridad ciudadana, pobreza, empleo, modernización del Estado, profundización de la democracia. Y anuncia que los costos de popularidad en el corto plazo no lo preocupan, consciente de que provocar estos grandes cambios requerirá de todo su liderazgo y habilidad.

Todas estas reformas tienen en común el que apuntan a mejorar las oportunidades de salir adelante para las personas, y les dan la seguridad de contar con las herramientas para lograrlo, pero confiando en que el motor de todo es la propia voluntad de superar la adversidad y alcanzar un mejor futuro.
Aparece así detrás de esta carta de navegación un sello claro de lo que se puede esperar sea el gobierno de la Coalición por el Cambio: una decisión política profunda de ser un gobierno transformador, que provoque mejoras sustantivas en la vida de los chilenos, y de que sean estos cambios los que consoliden su mayoría política.

Está claro que esta apuesta requerirá de una persistencia y liderazgo importantes ante las críticas y la resistencia que el mismo Presidente anticipa, porque ninguno de los grupos de interés afectados por estas reformas dejará de defender sus privilegios y en esto sin duda contarán con la complicidad de algunos sectores de la oposición.

Pero la convicción a la que llega el Presidente al jugarse por ser un gobierno de reformas pareciera venir de un diagnóstico que le da continuidad a la pasada elección presidencial.

Allí él entendió e interpretó muy bien la necesidad de los chilenos de un cambio, de que llevábamos muchos años de estancamiento en temas importantes y que la oportunidad de alcanzar el desarrollo aparecía permanentemente postergada. Por estas razones, los electores provocaron este cambio, que finalmente lo llevó a él y a su coalición al poder.

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