miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿Quien ganó con el control de la inflación?

A la espera de la próxima cita del G-20, que se celebrará en Corea del Sur y en la cual se quiere reformular la función del FMI para evitar la deflación y el colapso de los países industrializados, hay un tema que no debe dejar indiferente a nadie y es el comportamiento que han tenido los bancos centrales del mundo, gestores y procreadores de la mayor crisis financiera de los últimos cien años. Por eso, cuando Europa y Estados Unidos se sumergen en el cáncer de la deflación, hay una pregunta clave que no debemos ocultar: ¿quien ganó con el control de la inflación?

Es probable que vivamos los últimos estertores del Modelo Económico Neoliberal tal y como fue implantado hace 30 años. Y la paradoja es que la caída de este modelo será producto de su propia génesis: el control de la inflación y de la masa monetaria.

El Marco Monetario de Milton Friedman (Monetary Framework, 1963) es una variante de la Teoría Cuantitativa del Dinero (TQM) desarrollada por David Hume en 1750. Según la TQM, todo incremento de los precios se debe al aumento en la cantidad de dinero. La reelaboración de Friedman de este concepto le llevó a plantear una solución para resolver los problemas inflacionarios de los años 60 y 70 a partir del control de la cantidad de dinero necesaria en la economía.

¿Por qué preocupaba tanto la inflación? Durante años se vendió el discurso de que la inflación es el mayor de todos los males. Gregory Mankiw habla incluso de los “costos de menú”, que es el costo asociado a cambiar los precios en las tiendas, en los menú de los restaurantes y almacenes. Y es cierto que las alzas en los precios son un mal, una lacra social. Pero no es la única. Ni tampoco la más importante.

El incremento de los precios afecta a quienes viven de un sueldo fijo, pues se les reduce su poder adquisitivo. Pero, ¿y qué pasa si pierde el empleo? Ahí se queda con cero poder adquisitivo. Por eso no es el único factor a tomar en cuenta. Y ahí está la trampa.

Cuando los precios están fijos (con inflación anual en torno al 2% o 3%), se programan a largo plazo no sólo las decisiones de consumo, sino también las de producción e inversión, incluyendo las inversiones especulativas que han provocado la crisis. Los precios actúan como un ancla nominal que marca la pauta de las decisiones económicas: si los precios aumentan, el banco central sube la tasa de interés, encareciendo el crédito y el consumo. Al disminuir el crédito, disminuye la inversión y las compras a mediano y largo plazo; al bajar el consumo, las empresas producen menos, disminuyen su producción y, por cierto, su planta de empleo.

Casualmente, quienes se benefician con el incremento en la tasa de interés son los propietarios del capital. Cada vez que el Banco Central eleva la tasa de interés genera beneficios a los poseedores de dinero: bancos, capitalistas, inversionistas. Es decir, los dueños del capital no resienten un incremento en la tasa de interés. Más aún, siempre, con precios fijos (que incluyen el salario) el capitalista podrá calcular qué le conviene más: si la simple ganancia de la renta o las ganancias de un proyecto de inversión. En síntesis, la política monetaria sólo consigue mantener los precios a costa de disminuir la actividad económica, el empleo y la inversión. Pero establece las decisiones de ganancia del capital en virtud a operar con el dato de que una variable crucial estará acotada.

Como hemos visto con la actual crisis, en la cual muchas teorías económicas se han derrumbado, (la teoría de las expectativas racionales, la hipótesis de los mercados eficientes, entre otros), la economía funciona en forma bastante azarosa. Es como el chiste de aquel médico, a la salida del quirófano, cuando le preguntan por la operación: “Magnífica. Ha sido una intervención perfecta.

Lástima que el enfermo haya muerto”. Las políticas neoliberales, y de las cuales nuestro país es un claro ejemplo al mundo, han hecho lo mismo: se han preocupado del control de precios a costa de estrangular la economía. Y por cierto, no les preocupa que haya más desempleo: a la hora de negociar tendrán al trabajador dispuesto a hacerlo por el mínimo. El control de la inflación ha sido la gran trampa del modelo económico vigente, del cual los banqueros centrales han sido sus vasallos. Como muestra de ello, basta revisar los datos de la distribución del ingreso para Chile, uno de los países emblemáticos del neoliberalismo.

Al margen de lo que se haga en Chile, esta es una propuesta que sí estará presente en la próxima cumbre del G-20. ¿Qué debe ser más importante, cuidar el empleo, o cuidar los precios? Al respecto, un leve recordatorio sobre las políticas previas al alzamiento del modelo neoliberal: entre los años 1940 y 1970 hubo fuertes alzas en la inflación, pero el desempleo y el endeudamiento estaban bajo control. También fue el período de mayor equidad social. Al intentar controlar la variable precios, los bancos centrales aumentaron el desempleo y el endeudamiento masivo.

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