miércoles, 23 de junio de 2010

Gobernar no es sólo administrar la cuenta corriente

El caso de los nueve niños con tirosinemia sobrecogió a muchos que conocieron de la decisión del Ministerio de Salud de rebajar al mínimo el aporte estatal destinado a financiar la droga que se les suministraba, lo que significaba en la práctica condenarlos a una muerte segura.

Impactó que, por sobre el valor a la vida, tan presente por lo demás en el discurso público de estos mismos actores, pesara en su decisión el dato estadístico. Era más importante cuadrar y sanear la caja que enfrentar e involucrarse en la solución y acompañamiento de estos niños y sus familias. Más aun: esta decisión no habría cambiado si no hubiese sido por la fuerte campaña ciudadana que se dio entre los twitteros de la red, Facebook, un par de portales electrónicos y una radio.

Lo sucedido nos tiene que hacer reflexionar. Revela la pérdida de humanidad en nuestras políticas públicas, y ello debe movilizarnos. No es posible guardar silencio e indiferencia. Gobernar es más que administrar la cuenta corriente.

Los esfuerzos que efectuamos como país y los logros que alcanzamos como sociedad deben tener un sentido: la persona, su dignidad y su calidad de vida. No es sólo crecer por crecer, producir por producir o trabajar por trabajar. Necesitamos avanzar hacia un “desarrollo humano”, que ponga a la persona en el centro de su preocupación, donde incrementemos sus capacidades y opciones.

En base a esto, y teniendo como convicción que el crecimiento por sí solo no garantiza una sociedad mejor, surgen desafíos, por ejemplo, en torno a cómo articulamos crecimiento económico con políticas sociales efectivas, o cómo vinculamos ese crecimiento con el progreso democrático y la expansión de nuestras libertades.

Precisamente en esta línea de acción, y de profundización del pensamiento humanista cristiano en la sociedad chilena, se inscribe el surgimiento del Centro Democracia y Comunidad (CDC), que trabajará para asegurar más bienestar, oportunidades y participación para todos. En época de avances tecnológicos acelerados, de constantes cambios estructurales y del mundo laboral sujeto a modificaciones, necesitamos la ética y la fuerza integradora del humanismo.

Todos son importantes. Nadie debe quedar relegado al olvido. La CDC trabaja con la convicción más profunda de los humanistas cristianos, hombres y mujeres, que aportan a la construcción de Chile, que conciben una política bajo la conducción de liderazgos revitalizantes, que no se estancan en los instrumentos, sino que actúan por convicción.

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