viernes, 8 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa visita frecuentemente nuestro país. Cuando lo hizo ya casi al término de la dictadura para hablar en favor de la democracia y la libertad ante unas mil personas congregadas en el Círculo Español, fue duramente criticado por la derecha partidaria de Pinochet, mientras que cuando vino en 2009 para expresar simpatía por la candidatura de Sebastián Piñera, fue severamente reprobado por la izquierda. Una anécdota que vale la pena recordar para que
alguna vez consigamos inmunizarnos del doble estándar con que solemos juzgar los comportamientos políticos propios y ajenos.

Cuando Vargas Llosa estuvo aquí para intervenir en las Conferencias Presidenciales de Humanidades que tuvieron lugar en La Moneda durante el gobierno de Ricardo Lagos, lo hizo inmediatamente antes de que José Saramago interviniera en ese mismo ciclo. Recuerdo bien cómo amigos de izquierda tildaron la conferencia del escritor peruano de superficial y demasiado a la derecha, mientras que amigos de derecha descalificaron como izquierdismo anacrónico las prevenciones de Saramago ante la combinación de un capitalismo financiero desregulado y una democracia puramente formal.

Al término de su conferencia de entonces, Vargas Llosa aclaró al público que no era cierto que iba por el mundo ponderando las bondades del pisco peruano sobre las del chileno, porque simplemente aborrecía el pisco. Cosa que minutos más tarde, su mujer, sentada junto a mí en una comida en homenaje al escritor, me desmintió discretamente al oído: "No es cierto que Mario jamás pruebe el pisco".

Pruebe o no el pisco Mario Vargas Llosa, seremos muchos los chilenos, tanto de izquierda como de derecha, según espero, que lo beberemos en estos días en celebración de su merecidísimo Premio Nobel de Literatura. Y, al menos en mi caso, lo beberé también para que el próximo premiado sea el hasta ahora injustamente preterido Philip Roth.

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