miércoles, 16 de marzo de 2011

La tarantela de Concertación

La tarantela de la Concertación

Si los honorables senadores de la Concertación votaran en público lo que opinan en privado, Guido Girardi no sería presidente de la Cámara Alta durante 2011.

Pero en esto las cosas son lo que parecen y la manera como los partidos negociaron a puerta cerrada la rotación de la presidencia de la Corporación expuso

desde el inicio lo poco y nada que se aprendió de la pérdida del gobierno. No deja de ser por lo menos una paradoja que aquellos que en el último año han

hecho gárgaras con los conflictos de interés partieran dando una clara muestra de en qué consiste esa turbiedad que hoy tanto dicen criticar: Guido Girardi

era vicepresidente y el hombre más poderoso del PPD cuando su partido impuso su nombre para encabezar el Senado durante este año, al tiempo que Camilo

Escalona, casualmente, quedó como el representante de su partido para dirigir la testera durante 2012.

Y la Concertación guardó un cómodo silencio. No son precisamente estas prácticas las que su súbito afán fiscalizador pretende hoy poner sobre el tapete. Pero

el resultado está a la vista: la coalición opositora ha notificado al país que sus más genuinos exponentes para transformarse en la segunda autoridad de la

nación son dos de los políticos que más rechazo generan en la opinión pública. Sin ir más lejos, en la encuesta CEP de diciembre pasado el senador Escalona

obtuvo el premio al político peor evaluado de la lista. Y Girardi ha destacado por su capacidad para verse envuelto en algunas de las formas más tóxicas de

hacer política y de captura del Estado, las mismas que terminaron alejando y hastiando a un porcentaje significativo del electorado concertacionista.

Pero el horno no está ahora para bollos. La coalición opositora no alcanzó siquiera a iniciar un genuino proceso de autocrítica y renovación cuando capituló

frente al poder de los aparatos y sus lógicas clientelares. Ni siquiera las jóvenes promesas, la llamada generación de recambio, tuvieron la convicción y la

fuerza para enfrentar en serio aquello que durante ya demasiado tiempo les ha impedido el paso para transformarse en actores protagónicos y para dar inicio a

un nuevo ciclo en la centro-izquierda. Una vez más, primaron y terminaron por imponerse los intereses de la fronda y la Concertación “sabiamente” descubrió

que era más fácil salir a disparar contra el Gobierno, que entender las razones de fondo de su derrota. Una derrota cuyos padres insisten todavía en

considerar huérfana o adjudican a todas las causas ajenas a su propia responsabilidad.

Así, abortada y enterrada la renovación, el lado oscuro de la fuerza ha decidido poner las barbas en remojo y sentarse a esperar. Como no hay ni habrá nada

nuevo que ofrecer, la idea es preparar el retorno triunfal de Michelle Bachelet, única esperanza de volver al asalto del Estado y a los siempre codiciados

cargos públicos. ¿Un proyecto de futuro nuevo? No hace falta y cualquiera que intente moverse demasiado o cuestionar a los fantasmas de esta ópera estará

condenado a las penas del infierno. Bien lo aprendieron los profesionales jóvenes de Océanos Azules, que con su honestidad política e intelectual terminaron

al final de náufragos, aislados y denostados por el poder de las maquinarias.

Es que en esto no hay alternativas. Las peleas en política hay que darlas y darlas hasta el final. El recambio y la renovación no van a ser un regalo de los

eternos incumbentes que hoy tienen a la Concertación bordeando el 60% de desaprobación. A partir de esta semana, el niño símbolo de esa Concertación será

precisamente Guido Girardi, y nadie podrá decir después que no sabía que la música de esta fiesta era la tarantela.

No hay comentarios: