Bachelet, Aylwin y la sociedad del espectáculo
Los medios de comunicación, esos subsistemas más obviamente protagonistas de la “Sociedad del Espectáculo” que Guy Debord definió en los ‘70 como una “de la mera representación”, donde se suplanta la actividad genuina del ser por imágenes, han colocado nuevamente en la agenda esos temas tan propios —que combinan pasiones, sensaciones y pseudo-racionalidades— y que se transforman, por esas cualidades, en trends topics que, como otra de sus características, suelen durar poco, pero que tensan relaciones de una comunidad ya estresada por los muchos problemas reales que la aquejan.
En efecto, en declaraciones al diario “El País”, de España, el ex Presidente Aylwin reiteró sus ya conocidas opiniones sobre el gobierno del ex Presidente Allende y sobre las que el propio presidente de la DC, Ignacio Walker, al comentarlas, reconoció como una visión que es ampliamente compartida por esa colectividad. Sus apreciaciones —interpretaciones de la historia que pueden o no compartirse— tuvieron la contra exégesis de esperar, haciendo resurgir sensibilidades que se han mantenido incólumes, no obstante los 40 años que nos separan de esa época.
El ambiente preelectoral que se comienza a vivir ha sido suelo fértil para encender esta discusión, pues remece vínculos entre actuales aliados políticos cuyas visiones de la historia divergen en ese punto, hasta el abismo. Se podría sospechar que forma parte de un maquiavélico plan apuntado a fomentar diferencias en los actuales pactos político-partidistas opositores, ya bastante perturbados por la lucha por ganar puntos en la representación popular, expresadas en la división de las listas de concejales DC-PS, y PPD, PRSD y PC, en los comicios municipales.
Vivimos una trágica tendencia a la info-entretención, tan propia de la “Sociedad del Espectáculo”, en la que no importa la información como un bien público, relevante para una democracia sana, plural, tolerante, participativa, sino el simple dato transformado en otro producto más del mercado, sin más contexto que la pasión, emociones y sensaciones que se expresan en la polémica.
Sin embargo, el propio ex Presidente aludido ha evitado profundizar el tema, señalando que no ha visto “ningún revuelo” que justifique insistir en él. De otro lado, pareciera que una división de la alianza DC-PS deja como beneficiarios a la izquierda PPD-PRSD-PC o al oficialismo, el que, por lo demás, tampoco lo hace muy bien en su convivencia interna, si se han de considerar las divergencias entre la UDI y RN sobre sus candidatos y oportunidad para el lanzamiento de la campaña presidencial.
Especular sobre “carambolas” de más largo aliento, como por ejemplo, algún proyecto oculto de la DC de abandonar su alianza con el PS, con miras a cerrar filas en un futuro mediato con RN y otras colectividades de centro en un gobierno que aísle a la UDI —tras la firma Larraín-Walker de una propuesta de cambio al régimen político— parece ficción, por más que haya analistas tentados a prever un escenario como ese, ante la evidencia cada vez más palmaria de que el próximo candidato de la Concertación no será un DC, sino Michelle Bachelet, trago duro de tomar para un partido que ha asumido dos gobiernos con mandatarios PS.
Pero no. Parece que las declaraciones del ex Presidente fueron simples recuerdos y apreciaciones históricas de un hombre mayor, cuyo objetivo no es otro que dejar sentada su opinión ante audiencias entre las que la percepción ideal del gobierno del ex Presidente Allende, con el paso de las décadas, se ha herrumbrado.
Vivimos una trágica tendencia a la info-entretención, tan propia de la “Sociedad del Espectáculo”, en la que no importa la información como un bien público, relevante para una democracia sana, plural, tolerante, participativa, sino el simple dato transformado en otro producto más del mercado, sin más contexto que la pasión, emociones y sensaciones que se expresan en la polémica “representada” en el escenario medial por las dirigencias de todo tipo y en la cual —¡oh, libertad!— puede ser parte a través de las redes sociales, Pedro, Juan y Diego, sin más reflexión que violentas diatribas, plagada de agresiones virtuales.
Parte importante del descrédito de nuestra elite es consecuencia de esa “Sociedad del Espectáculo” en la que la “imagen” del líder debe-estar-en-los-medios para sostener su representación; los medios deben colocar su mercadería informativa banalizándola, pues la simplificación atrae audiencias y éstas, ventas; y el dirigente para “vender” su oferta a los medios, debe sujetarse a esas condiciones, cerrando así el círculo vicioso que mantiene una sociedad info-entretenida e infoxicada, pero sin capacidad de influir en decisiones relevantes a las que podría concurrir con más conocimiento y meditación, transformando la débil participación electoral actual, en verdadera y dinámica participación ciudadana en la construcción del país.
Los trends topics mediales de las últimas semanas (Bachelet-Onemi y Aylwin-Allende), período en el que Congreso y Gobierno analizan una Reforma Tributaria, el futuro de la Educación, planes para terminar con la extrema pobreza, la reconstrucción, la descentralización del país, cambios a la ley electoral, la cuestión energética, nos están diciendo que la “Sociedad del Espectáculo”, con su enajenación masiva, está operando en Chile con gran eficiencia. Una pena.
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